ESTRUCTURAS INTERNAS... UN VIAJE POR LA INGENIERÍA DEL SER
BLOQUE 1 – “Fundaciones del Ser”
EPISODIO 4 · Sanación interior – Ductilidad emocional
Toda estructura se enfrenta, alguna vez, a su temblor.
A veces es un sismo, otras una ráfaga que atraviesa los muros del alma.
El acero se curva, el concreto cruje y por un instante parece que todo se quiebra.
Pero hay una cualidad secreta que distingue a las construcciones que sobreviven... la ductilidad.
Esa capacidad de doblarse sin romperse, de absorber energía sin perder su esencia estructural.
El alma también puede aprender esa sabiduría.
Sanar no es borrar lo ocurrido, sino permitir que la experiencia se curve dentro de nosotros sin fracturarnos.
En la ingeniería estructural, la ductilidad es la capacidad de un material o sistema para deformarse plásticamente sin perder bruscamente su resistencia.
En la vida, una propiedad análoga es la resiliencia… la flexibilidad emocional que nos permite atravesar el dolor y transformarlo en crecimiento.
El acero se curva, el concreto cruje y por un instante parece que todo se quiebra.
Pero hay una cualidad secreta que distingue a las construcciones que sobreviven... la ductilidad.
Esa capacidad de doblarse sin romperse, de absorber energía sin perder su esencia estructural.
El alma también puede aprender esa sabiduría.
Sanar no es borrar lo ocurrido, sino permitir que la experiencia se curve dentro de nosotros sin fracturarnos.
En la ingeniería estructural, la ductilidad es la capacidad de un material o sistema para deformarse plásticamente sin perder bruscamente su resistencia.
En la vida, una propiedad análoga es la resiliencia… la flexibilidad emocional que nos permite atravesar el dolor y transformarlo en crecimiento.
Cada herida es un momento flector que actúa sobre la viga del alma.
A veces, las cargas son inesperadas... pérdidas, decepciones, duelos.
Otras, son esfuerzos prolongados que terminan fatigando nuestra estructura interna.
Pero cuando el alma se ha diseñado con amor, no colapsa... se deforma, aprende y encuentra un nuevo equilibrio.
El secreto está en los detalles.
Una estructura muy rígida puede parecer fuerte, pero su inflexibilidad la vuelve frágil.
Así también ocurre con las personas que reprimen su sentir o niegan su vulnerabilidad.
Sin ductilidad, cualquier emoción intensa se vuelve un sismo destructivo.
Las emociones son energía en tránsito... si se confinan con ternura... como los estribos que abrazan una columna, pueden disciparse sin causar daño.
La sanación ocurre cuando dejamos de resistir lo que sentimos y lo acompañamos hasta su disipación.
La rigidez bloquea, el movimiento libera.
Y, al liberar, la energía acumulada se convierte en fuerza disponible para reconstruir.
La sanación ocurre cuando dejamos de resistir lo que sentimos y lo acompañamos hasta su disipación.
La rigidez bloquea, el movimiento libera.
Y, al liberar, la energía acumulada se convierte en fuerza disponible para reconstruir.
En ingeniería, después de cada sismo, se inspeccionan las zonas plásticas... esos sectores que se deformaron, pero evitaron el colapso global.
En la vida, esas zonas son los recuerdos dolorosos, las historias que nos doblaron.
Son precisamente ellas las que nos enseñan nuestra verdadera resistencia.
En la vida, esas zonas son los recuerdos dolorosos, las historias que nos doblaron.
Son precisamente ellas las que nos enseñan nuestra verdadera resistencia.
No hay sanación sin curvatura.
No hay fortaleza sin una cierta rendición parcial.
El alma que aprende a doblarse ante el dolor descubre que puede volver a levantarse con una elasticidad nueva.
Cada lágrima que cae lubrica la bisagra del corazón, evitando que el alma se oxide.
El alma no se quiebra... se curva hacia la luz.
En cada grieta, entra el aire de lo nuevo.
El silencio posterior al temblor no es vacío, es espacio de reconstrucción.
Y allí, en medio del polvo y la calma, florece la paz... la prueba de que sobrevivimos con amor.
No hay fortaleza sin una cierta rendición parcial.
El alma que aprende a doblarse ante el dolor descubre que puede volver a levantarse con una elasticidad nueva.
Cada lágrima que cae lubrica la bisagra del corazón, evitando que el alma se oxide.
El alma no se quiebra... se curva hacia la luz.
En cada grieta, entra el aire de lo nuevo.
El silencio posterior al temblor no es vacío, es espacio de reconstrucción.
Y allí, en medio del polvo y la calma, florece la paz... la prueba de que sobrevivimos con amor.
Mantra recomendado:
"Ra Ma Da Sa (Sa Say So Hung)"
(FE-2025)
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