Nuestros niños interiores quedan olvidados en la limitada mente del adulto, asfixiado por la mediocridad del "deber ser", que poco tiene de "deber" y mucho menos del "ser".
Despertar a nuestro niño interior, es reconocer esa chispa divina que habita en todos nosotros y que nos invita a vibrar alto, en el amor, para de esa forma comenzar a intercambiar destellos de libertad que nos llevarán por los caminos de nuestra evolución.
Una vez reconocida la chispa divina en nosotros mismos, más fácil será verla en los demás, pero mientras mayor sea el número de nosotros que podamos ver nuestra propia chispa, mayor será el reflejo para aquellos que no lo han podido ver en si mismos, de forma que puedan despertar ante su propia chispa divina.
La invitación está enviada a todas las consciencias... permitamos a nuestros corazones abrir sus alas y volar hacia su eternidad...
(FE-2014)