ESTRUCTURAS INTERNAS... UN VIAJE POR LA INGENIERÍA DEL SER
BLOQUE 1 – “Fundaciones del Ser”
EPISODIO 2 · Autoconocimiento – Inspección del alma
Antes de todo proyecto, el ingeniero observa.
Recorre la obra, toma notas, examina las grietas, escucha los sonidos del viento sobre el metal.
Así también comienza el viaje hacia dentro del ser… con una inspección silenciosa.
El alma no pide juicio, solo mirada.
Mirar sin miedo es ya un acto de amor… el reconocimiento de que toda fisura guarda una historia y toda historia, una enseñanza.
El autoconocimiento es la etapa diagnóstica de la vida espiritual.
No podemos reforzar lo que no conocemos, ni sanar lo que ignoramos.
En ingeniería, una estructura se inspecciona para descubrir su verdadero estado… las cargas que ha soportado, las deformaciones acumuladas, los apoyos fatigados.
En el ser humano, la inspección ocurre a través de la conciencia… observar sin maquillajes lo que somos, con luces y sombras.
Cada pensamiento es una vibración… cada emoción, una carga que deja huella en el material.
A veces descubrimos zonas donde el alma se ha fisurado… pequeñas grietas de resentimiento, de culpa o de miedo.
Otras veces, hallamos secciones sobredimensionadas, donde el orgullo o la exigencia nos han vuelto demasiado rígidos.
El propósito del autoconocimiento no es condenar esas zonas, sino entenderlas… determinar qué parte requiere refuerzo, cuál necesita alivianarse y cuál simplemente aceptar como cicatriz noble.
Hay herramientas para esta inspección interna… la escritura, la meditación, la conversación sincera, la soledad, el silencio.
Cada una actúa como un endoscopio espiritual que nos permite mirar debajo del revestimiento.
Pero la inspección debe hacerse con luz suave.
Una luz demasiado fuerte ciega, una mirada sin compasión destruye más de lo que repara.
En ingeniería, se usan métodos de ensayo no destructivos… ultrasonidos, radiografías, líquidos penetrantes…
En la introspección, el equivalente es la atención consciente.
Observar sin dañar, sin arrancar nada de raíz, solo ver cómo vibra lo que somos.
Y en ese ver, surge la revelación… el alma siempre supo cómo repararse.
Cuando comprendemos nuestras debilidades, dejamos de temerles.
Cuando reconocemos nuestra fortaleza, dejamos de demostrarla.
La estructura más sabia no es la perfecta, sino la que conoce sus límites y trabaja con ellos.
Así, el autoconocimiento se convierte en el plano de mantenimiento del espíritu… un registro vivo que nos recuerda quiénes somos y qué necesitamos para permanecer íntegros.
Cuando reconocemos nuestra fortaleza, dejamos de demostrarla.
La estructura más sabia no es la perfecta, sino la que conoce sus límites y trabaja con ellos.
Así, el autoconocimiento se convierte en el plano de mantenimiento del espíritu… un registro vivo que nos recuerda quiénes somos y qué necesitamos para permanecer íntegros.
Bajo la pintura de cada muro hay historias.
Al raspar la superficie con cuidado, descubrimos el eco de lo que fuimos y la textura de lo que aún somos.
El alma no necesita ser nueva, solo verdadera.
Y en esa verdad, aunque imperfecta, reside su belleza más profunda.
(FE-2025)
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