Recuerdo el hacer dormir a mis hijos sobre mi pecho cuando eran bebes, maravillosa experiencia de apego en un sueño placentero, sintiendo ese acelerado latir de su corazón, su respiración más corta, la entrega de todo su ser, en la fragilidad de su inocencia y extrema conexión con el todo.
El apego a la madre es natural, o por lo menos debiera serlo tras nueve meses en su vientre y luego de (ojalá) otros tantos meses de lactancia... no existe otro milagro igual en el plano humano-material.
El apego al padre se desarrolla más como un trampolín al desapego de nuestros hijos para que puedan vivir sus propias vidas, a través de ellos mismos, mirando hacia adelante, su adelante y no a nosotros ni a nuestro adelante... difícil tarea porque también es una tarea de desapego con ellos y nosotros mismo.
Nosotros deberíamos lograr ser ese plan "B", cuando necesitan una playa calma donde ir a pasar sus penas, preocupaciones y así refrescar sus almas, donde finalmente encuentren el apoyo, la fuerza, para levantar anclas y elevar velas cuando los vientos de sus misiones los vuelvan a llamar para continuar con sus viajes...
Mis hijos ya están grandes, pero igual buscan el pecho de papá (obviamente el de mamá está siempre) para alcanzar esa paz y seguridad en ellos mismos.
Me encanta poder vivir y revivir eso no sólo con mis hijos sino también con mis sobrinos, ahijados...
Recientemente pude revivirlo con una bebita, hija de unos amigos... y es increíble el diálogo que se genera, obviamente sin palabras... me transmitía sus tristezas, sus alegrías, me mostraba todo lo que su familia estaba viviendo y como eso se manifestaba en su cuerpo físico...
Eso también me recuerda cuando mi mujer me decía que nuestros hijos como que le hablaban, sin conocer aún ningún sonido parecido a alguna palabra... esa conexión es tan importante de construirla y claramente no es ni delegable ni postergable... vívanlo!!!
(FE-2017)
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